Del sonido del Big Ben al eco gótico de la Abadía de Westminster
A orillas del río Támesis se alzan dos monumentos que definen el horizonte de la ciudad: el Big Ben y la Abadía de Westminster. Separados por apenas unos pasos, se enfrentan en estilo, función y simbolismo, pero juntos componen uno de los paisajes urbanos más imponentes y cargados de historia de toda Europa.
El skyline de Londres
Desde la explanada frente al río, o desde el mismo puente de Westminster, el panorama es casi de película. El Palacio de Westminster, con sus torres de estilo neogótico, extiende sus palaciegas alas hacia el agua, mientras que la icónica silueta del Elizabeth Tower —popularmente conocido como Big Ben— se eleva con firmeza, marcando el paso del tiempo con cada campanada. Unos pasos por detrás, pero igual de majestuosa, se impone la Abadía de Westminster, un templo de piedra que contiene en su interior cientos de años de historia, tradición y el latir espiritual de la nación.
Ambos monumentos comparten vecindario y protagonismo, pero no carácter. Uno habla de gobierno y orden; el otro de fe y eternidad. Hoy queremos hablaros de las dos caras de un mismo paisaje y de cómo esta dualidad que ofrecen el Big Ben y la Abadía de Westminster consiguen que una visita a estos monumentos sea doblemente enriquecedora.
El Big Ben: guardián del tiempo y símbolo nacional
Lo primero que debemos aclarar es que lo que comúnmente llamamos “Big Ben” es, en realidad, el nombre de la gran campana que se encuentra dentro de la torre del reloj del Palacio de Westminster. Su nombre oficial, desde 2012, es Elizabeth Tower, en honor a la reina Isabel II por su Jubileo de Diamante. Sin embargo, el sobrenombre de Big Ben se ha mantenido en el imaginario turístico.
Construido entre 1843 y 1859, el Big Ben forma parte del conjunto del Palacio de Westminster, sede del Parlamento británico. Su arquitectura neogótica, diseñada por Charles Barry y Augustus Pugin, representa el ideal de un poder moral y duradero. Pero es el reloj y sus campanadas lo que realmente capturan el alma de la torre y el corazón de los visitantes.
Con cuatro caras de reloj visibles desde la ciudad, cada una de siete metros de diámetro, el Big Ben nos marca la hora. Su campana principal, que pesa más de 13 toneladas, emite un sonido grave y solemne que ha acompañado a generaciones, incluso durante tiempos de guerra, cuando su resonancia significaba resistencia.
En nuestra experiencia, muchos visitantes quedan impactados al escuchar por primera vez ese sonido tan familiar —gracias al cine o la televisión— resonando en vivo, justo sobre sus cabezas, pero dentro de su pecho. Es en ese instante cuando el Big Ben deja de ser un ícono visual y se convierte en un recuerdo imborrable gracias a esa experiencia física y sonora.
La Abadía de Westminster: un santuario de piedra viva
A escasos metros del reloj, cruzando la amplia plaza del Parlamento, se encuentra la imponente Abadía de Westminster, un templo con fachada de estilo gótico inglés y un diseño de arbotantes que desafían la gravedad.
Fundada en el siglo X y reconstruida a partir del siglo XIII, la abadía no es solo un edificio religioso. Aquí han sido coronados todos los monarcas ingleses desde Guillermo el Conquistador, y más de 3.000 personas están enterradas o conmemoradas en su interior, desde Isaac Newton hasta Stephen Hawking, pasando por Dickens, Darwin y la reina Isabel I.
La arquitectura de la abadía está pensada para elevar el espíritu, como otras iglesias de la época; el visitante se tenía que sentir ínfimo entre sus naves, teniendo que elevar la mirada a la luz, a Dios. No era una manera arrogante de proyectar la construcción, era una forma de hacer pensar que hay algo más grande que nosotros.
Su nave gótica es la más alta de Inglaterra y los vitrales coloridos de la zona superior nos dan esa aura divina. Las capillas ornamentadas invitan al recogimiento y al asombro. El silencio que se percibe en su interior contrasta con el bullicio de las calles vecinas y refuerza su vocación de espacio sagrado, no solo para la fe anglicana, sino para la memoria colectiva del Reino Unido.
El poder terrenal y poder espiritual
Mientras el Big Ben —y con él, el Palacio de Westminster— marca el compás de la política británica, la Abadía de Westminster encarna la espiritualidad nacional y el simbolismo más profundo de la monarquía. Ambos edificios representan esferas distintas del poder británico, y su cercanía física no hace sino acentuar la dualidad sobre la que se construye gran parte de la identidad del Reino Unido.
En el primero, se debaten leyes, se trazan políticas y se toman decisiones que afectan a millones de ciudadanos. Es la sede del Parlamento y, por tanto, del gobierno y de la democracia moderna.
En la Abadía, en cambio, se desarrollan los rituales que conectan al país con su historia, su fe y su continuidad como nación. Es allí donde se celebran las coronaciones de los monarcas, como la de Carlos III en 2023, así como bodas reales —como la del príncipe William y Catherine Middleton— y funerales de Estado, entre ellos los de Isabel II o Diana de Gales.
Política y ceremonia. Gobierno y tradición. Parlamento y corona. En ningún otro punto de Londres el contraste es tan tangible como aquí, en esta esquina monumental junto al Támesis. Verlos juntos es algo que no te puedes perder, compra tus entradas para la Abadía de Westminster y disfruta del Big Ben saboreando la doble naturaleza de esta orilla del Támesis.